“Vivir en monotonía las horas mohosas de lo adocenado, de los resignados, de los acomodados, de las conveniencias, no es vivir la vida, es solamente vegetar y transportar en forma ambulante una masa informe de carne y de huesos. A la vida es necesario brindarle la elevación exquisita de la rebelión del brazo y la mente. Enfrenté a la sociedad con sus mismas armas, sin inclinar la cabeza, por eso me consideran, y soy, un hombre peligroso.” Severino Di Giovanni
Nació en Italia el 17 de marzo de 1901. Expulsado por el fascismo se radicó en Argentina donde trabajó como tipógrafo y editor. Militó en la tendencia anarquista de los expropiadores violentos e incursionó en el terreno del atentado político. Considerado por la sociedad burguesa como "el hombre más maligno que pisó tierra argentina" fue fusilado por la dictadura militar de Uriburu el 1 de febrero de 1931. Tenía 29 años. Severino Di Giovanni fue silenciado por la historia oficial, pero la memoria popular y la investigación histórica -especialmente del escritor Osvaldo Bayer- reivindican a Di Giovanni como un luchador social.
“Ha formado el blanco pelotón fusilero. El suboficial quiere vendar al condenado. Este grita: -Venda no. Mira tiesamente a los ejecutores. Emana voluntad. Si sufre o no, es un secreto. Pero permanece así, tieso, orgulloso. (…) -Pelotón, firme. Apunten. La voz del reo estalla metálica, vibrante: -¡Viva la anarquía! -¡Fuego!” De esta forma Roberto Arlt escribió parte del aguafuerte “He visto morir…”, publicado en El Mundo sobre el fusilamiento de Severino Di Giovanni, el primero de febrero de 1931. Un día después sería también fusilado su compañero Paulino Orlando Scarfó, hermano de su compañera América. Severino, maestro y tipógrafo italiano; “anarquista temible” según los informes de la Policía de la Capital; luchador antifascista y militante del amor libre; polémico y criticado tanto por sus acciones como por su amor hacia una joven. De vida vertiginosa y fugaz, Di Giovanni pasó los últimos siete años de su vida en Argentina enfrentando al fascismo y a la dictadura de Uriburu. Hijo de Carmine Di Giovanni y Rosaria Duranti, Severino nació en Chieti, región de los Abruzos, el 17 de marzo de 1901. La familia tuvo cinco hijos, dos mujeres y tres varones que quedaron huérfanos cuando Severino era aun joven. Con el advenimiento del fascismo su situación en Italia se hace insostenible y Severino se dirige a América del Sur. Luego de un paso por la ciudad brasilera de San Pablo en 1922 y un corto regreso a Italia el ácrata se instaló en la localidad de Ituzaingo, provincia de Buenos Aires, en el otoño de 1923. Llega casado con Teresa Masciulli y su primera hija, Laura, nacida en Brasil, en donde había trabajado en la cosecha de maíz. En la Italia fascista quedaron sus estudios inconclusos de maestro, aunque ya ejercía esa profesión debido a la carencia generada por la guerra; también parte de una infancia muy dura. Ya en Argentina, durante los primeros tiempos cultivaba flores y hortalizas que vendía en el mercado, para luego conseguir un puesto de tipógrafo en el taller de Polli, en Morón. En esos años iniciales nacieron sus otros dos hijos: Aurora en 1924 e Ilvo un año después. Aquí, la profesión de obrero gráfico y sus convicciones lo acercan a diversas publicaciones. En 1924 comienza a publicar como colaborador en L’ Avvenire. Para posteriormente, el primero de agosto de 1925, editar el primer número de la revista anarquista Culmine. Ésta fue la única publicación en el país que tomo partido y defendió las acciones de expropiación y acción directa. La revista, que luego se transformara en periódico, estaba escrita (en italiano), impresa y distribuida casi en soledad por Severino. Para aquella época el anarquismo argentino, el más importante de América Latina, contaba con dos corrientes fuertes. El ala moderada estaba conformada por los allegados a La Protesta y los anarcosindicalistas de la FORA (Federación Obrera Regional Argentina); por su parte, el ala izquierda, donde se ubicaba Di Giovanni, contaba con los simpatizantes de La Antorcha y los gremios autónomos. Ambas fracciones acrecentaron sus disputas y rispideces, debilitando al movimiento ácrata, que ya se encontraba en retroceso. Las acciones de Severino tuvieron mucha influencia en este proceso, generando tanto admiradores como enemigos, seguidores y detractores. Las expropiaciones, la acción directa, la reivindicación de la dinamita dividían aguas, cruzaban opiniones, artículos y críticas desde sus órganos de difusión. Quizás, el punto más complejo haya sido el asesinato del director de La Protesta, Emilio López Arango. Como autor del hecho fue acusado, desde las páginas de aquel periódico, nada menos que Severino; este nunca lo desmintió. Di Giovanni estaba convencido de la necesidad de responder a la violencia de arriba con la violencia de abajo. No aceptaba posiciones ambiguas y hasta declaraba enemigo a quienes no acompañaban sus pensamientos (mas allá que formaran parte de las filas anarquistas). Fue participe y responsable de distintas acciones como los sucesos del Teatro Colon en junio de 1925. Realizó explosiones en la Embajada de Estados Unidos en reclamo por la liberación de los obreros Sacco y Vanzetti, también fue de los agitadores en las luchas por Simón Radowitzky, emblemático anarquista preso en Ushuaia por matar al jefe de policía Ramón Falcón.
Este anarquista individualista, antiorganizacionista, también profesaba la defensa del amor libre y se encontró viviendo un amor prohibido para su época con América Scarfó. Ella, diez años más joven, fue su compañera en los momentos de mayor persecución y clandestinidad. Participes de un amor sincero y respetuoso que influyó en Severino para escribir incomparables cartas de amor y poesías para la adolescente. Solo la muerte del italiano pudo separar a quienes hicieron carne sus ideales, compartieron su militancia en las peores condiciones y enfrentaron a una sociedad que los juzgaba y negaba incansablemente. Esta misma sociedad fue la que saludó el golpe de estado de Uriburu el 6 de septiembre de 1930. “Por todas las libertades y todas las rebeliones” será el lema de la revista Anarchia, en marcha desde abril de 1930, con la que Severino se propone acercarse a todos los sectores anarquistas. El golpe cambiaba las condiciones y acercaba al anarquista a su faceta más violenta. Cien tiros policiales contra cinco de Severino se desparramaron por Buenos Aires, ese 29 de enero de 1931, al embestirlo luego de que salga de una imprenta. Ni los cien disparos, ni el autodisparo en el pecho pudieron con el tano: lo detuvieron con vida y fue tapa de todos los diarios. Juzgado por un tribunal militar y torturado antes de su ejecución, aceptó que perdió y que eso era parte del juego. Fue fusilado a la edad de 29 años con parte de la sociedad que despreciaba y lo despreciaba a él como sanguinarios espectadores. Temido aun sin vida, el cuerpo de Di Giovanni fue trasladado y enterrado en secreto en el cementerio de la Chacarita. Aquella sociedad, sus verdugos, y sus secretos no lograron evitar que su tumba amanezca rebozando de rosas rojas.
* Publicado originalmente en Marcha