El 16 de febrero de 1835, en el paraje cordobés de Barranca Yaco, una partida al mando de Santos Pérez asesinó alevosamente al brigadier general don Juan Facundo Quiroga. Ciento ochenta años después, es necesario repasar las luchas del pueblo que hizo de Facundo su líder para defender los recursos minerales frente a los negocios que intentaban llevar adelante los llamados gobiernos nacionales en relaciones carnales con el imperio de la época.
Por Carlos del Frade en APe
El 28 de noviembre de 1823, el Ministro de Gobierno de Buenos Aires, Bernardino Rivadavia, en la administración de Martín Rodríguez, se autodesigna representante ante las compañías mineras inglesas. "Queda autorizado el ministro secretario de relaciones exteriores y gobierno, para promover la formación de una sociedad en Inglaterra destinada a explotar las minas de oro y plata que existan en el territorio de las provincias Unidas", dice aquel decreto.
El 4 de diciembre de 1824, se formó en Buenos Aires la empresa "The Provinces of Rio Plata Mining Association", hecho que fue comunicado siete días después por la firma Hullett Brothers. Rivadavia es designado presidente y como tal recibe un bonus de 30 mil libras y la promesa de percibir un sueldo de 1.200 libras anuales. También le entregaron acciones que Don Bernardino vende de forma inmediata.
Días después, el 16 de diciembre quedó inaugurado el Congreso General Representante de las Provincias Unidas en Sudamérica, convocado, obviamente, por el propio Rivadavia.
Y el 7 de febrero de 1825, Inglaterra reconoció la independencia de estas provincias.
De tal forma quien luego sería el primer presidente de los argentinos –a la sazón empleado de las compañías mineras inglesas- recibió acciones que vendió de inmediato; un bonus de 30 mil libras como "fondo de reptiles"; y tenía fijado un sueldo de 1.200 libras que no llegó a cobrar porque el directorio indiano no pudo constituirse a raíz del fracaso de la compañía.
Pero queda claro que Rivadavia trabajaba para los ingleses y sus intereses mineros.
Cuenta José María Rosa en su imprescindible "Rivadavia y el imperialismo financiero", que "… el 20 de febrero de 1825 se sabe en Buenos Aires que Rivadavia acababa de fundar en Londres una compañía de cinco millones de pesos (un millón de libras) para explotar, precisamente, el mineral del cerro de Famatina. Y lo que era más grave, que la Casa Hullet había transferido a esa sociedad una "autorización" sustituida por Rivadavia y proveniente del gobierno provincial de Buenos Aires, que le permitía "disponer de todas las minas de las Provincias Unidas".
Los diarios "Nacional" y "Mensajero" lanzaron entonces una campaña a favor de los capitales ingleses. El Famatina y cualquier mina del territorio debían formar parte de los capitales ingleses.
El 6 de febrero de 1826, el presidente de "The Provinces of Rio Plata Mining Association", Bernardino Rivadavia, es designado presidente "permanente" de las Provincias Unidas del Río de la Plata. El 14 de marzo de 1826, Rivadavia le escribe a su verdadero patrón, Hullet, diciéndole: "Téngase presente que las minas son ya por ley propiedad nacional y están exclusivamente bajo la administración del presidente". Es decir que se nacionalizaban para que Rivadavia las usara según su propio y particular interés que era el de los ingleses.
Comienza la guerra popular de resistencia, se inician las montoneras de Facundo Quiroga.
El 27 de octubre de 1826, el ejército al mando de Gregorio Aráoz de Lamadrid, quiere invadir La Rioja para imponer los designios de La Minning pero es derrotado en la batalla del Tala. Lamadrid insistirá, ahora reforzado por las tropas mercenarias colombianas de López Matute, para dominar el Famatina pero volvería a sufrir otra derrota en Rincón el 6 de abril de 1827 a manos de Facundo. El 27 de junio de 1827, Rivadavia presentó su renuncia como presidente.
Ciento ochenta años después, los negocios mineros que se concretan en el país repiten aquella lógica rivadaviana: funcionarios del sector que participan de las empresas multinacionales, provincias enteras que garantizan la explotación de sus recursos naturales a cambio de casi nada, fuga de capitales, mínimas retenciones a las exportaciones y verdaderos terceros estados custodiados por las fuerzas de seguridad nacionales que defienden los intereses de las compañías. Rivadavia ha vuelto y se ha multiplicado. Barranca Yaco también.
Fuentes: “El presente de Barranca Yaco”, cuaderno de investigación periodística del autor de esta nota.