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Manifiesto del Partido al Mal Menor


“Y entre los oprimidos, muchos dicen ahora:

“Jamás se logrará lo que queremos”.

Quien aún esté vivo no diga “jamás”.

Lo firme no es firme.

Todo no seguirá igual….”

Bertolt Brecht

Un fantasma recorre la Argentina: es el fantasma del Mal Menor. Todas las fuerzas de la política tradicional se han unido en santa cruzada para darle vida: el PJ en todas sus variantes, la UCR y sus amigos del PRO, Massa, el Papa y los polizontes de los medios de comunicación.

¿Qué partido no anda esgrimiendo sus espadas de Mal Menor a los cuatro vientos? ¿Qué partido, del oficialismo y la oposición, no ha lanzado candidaturas con la esperanza de representar el ideal de ser lo menos malo y cautivar el voto soberano?

De este hecho resulta una doble enseñanza: – Que la realidad que nos esperan malos tiempos está ya reconocida por aquellos que deciden todos los días. – Que ya es hora que nosotros, ciudadanos, trabajadores, y los que pagarán todos los platos rotos de lo menos malo, opongan a la leyenda del fantasma del Mal Menor un manifiesto que diga por fin… ¡Basta!

La historia Argentina, hasta nuestros días, es una historia de campañas del Mal Menor, que han significado siempre la ocultación premeditada de las medidas antipopulares decididas de antemano.

En tiempos recientes ha proliferado -entre los perjudicados directos- cientos de militantes fervorosos de lo menos malo, a la vez que justificadores insuperables de lo existente. La razón de esta anomalía es la existencia real de derrotas pasadas y tiempos peores. Pero su repetición acrítica busca paralizar cualquier acción no controlada por los supuestos benefactores -menos malos- actuales.

El malmenorismo también encuentra su abrigo entre los apáticos, los conformistas, los que no harán nada más allá de su ombligo. En los convencidos de que las cosas sólo podrían empeorar.

Para esta filosofía la historia depende de “grandes hombres”. Es en realidad una teología política: hay un bien que proviene de un cielo y un mal de un infierno. A los terrestres sólo nos resta rezar y esperar milagros… o el Mal Menor.

El punto débil de esta doctrina es que va horadando paulatinamente las paciencias y las conciencias de los afectados.

Un río subterráneo de descontento fluye invisible entre engañados y perjudicados hasta que un día, -frente al estupor de opresores y justificadores- rompe con violencia los cauces de lo esperable.

Rebelarse contra el Mal Menor es anticiparse a ese Mal Mayor en ciernes, es reconocer el río cuando es afluente, y es ser conscientes que la historia está escrita con nuestra propia sangre. Nadie podrá ser testigo de un cambio que no protagonice, ni evitar los males sin mover un dedo:

¡Perjudicados del mundo, uníos!

* Publicado originalmente en "La Palabra Caliente" / Revista Mascaró

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