A trece años de la masacre de avellaneda, familiares de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki brindaron una conferencia ayer, en la que anunciaron los avances de la causa y denunciaron nuevamente que la justicia no busca esclarecer el caso.
Los apellidos Kosteki y Santillán ya son parte de la historia de nuestro país, de la memoria de las luchas populares y de una larga lista de muertes y desaparecidos políticos en democracia que, lamentablemente, aún hoy continúa. Aunque desde 2003 el gobierno actual haya instalado una ardua política de no represión, al menos desde lo discursivo, no ha podido escapar a estos crímenes. Así, el maestro Carlos Fuentealba, Mariano Ferreyra, Julio López y Luciano Arruga son parte de la misma memoria.
“No es sólo el 25 y 26 de junio, esto es una lucha de los 365 días del año”, cerraba Alberto Santillán, papá de Darío, a un día del decimotercer aniversario de este hecho trágico. Una herida más a nuestro país que como sociedad no hemos podido saldar aún.
El 26 de junio ya no es una fecha más en la Argentina. La masacre de avellaneda marcó un quiebre. En ese invierno de 2002, las luchas populares alzaron las banderas más que nunca, y pusieron un tope a la represión policial. El entonces presidente interino, Eduardo Duhalde, no tuvo más remedio que adelantar las elecciones y hoy es a quien se apunta principalmente por los crímenes de Darío y Maxi.
Por las muertes de estos luchadores, el 9 de enero de 2006 el ex comisario bonaerense y ex jefe del Comando Patrullas de Avellaneda, Alfredo Fanchiotti, y el ex cabo Alejandro Acosta fueron condenados a prisión perpetua por el Tribunal Oral 7 de Lomas de Zamora, como responsables del doble asesinato y ocho tentativas de homicidio el 26 de junio de 2002 en la zona del Puente Pueyrredón.
Pero no alcanza: “Los políticos siguen impunes. Aníbal Fernández, Secretario General de la Presidencia en ese momento y Felipe Solá, Gobernador de la Provincia de Buenos Aires ( ambos precandidatos al mismo cargo en estas elecciones por el FPV y el Frente Renovador respectivamente), jamás fueron llamados a declarar. Ellos son los verdaderos responsables. Esto es lo que nos lleva a redoblar el esfuerzo”, denunciaba ayer a la tarde Alberto Santillán en conferencia de prensa.
“Eduardo Duhalde dijo hace poco que no era responsabilidad del gobierno nacional, pero la verdad es que actuaron todas las fuerzas de seguridad, no sólo la bonaerense”, agregó la hermana de Maxi, Vanina Kosteki, sellando el tema.
Pero quienes hoy alzan la voz de Darío y Maxi también culpan a la justicia de no querer esclarecer este crimen de lesa humanidad. “Nunca hemos tenido respuesta por parte de la Justicia. En estos trece años hemos visto claramente la falta de voluntad política y judicial, y por eso el desarchivo de la causa es un paso importante”, indicó Alberto, junto a los familiares y compañeros de los piqueteros asesinados durante la masacre de Avellaneda. Y agregó: “En la última reunión con el fiscal y el juez no pasó nada, hacen la plancha. Desde 2010 el fiscal Miguel Osorio, amparado por el Juez Ariel Lijo, cajoneó la causa”.
A 13 años de este crimen aún impune, los gritos de las familias y de los compañeros y compañeras de Darío y Maxí cada vez suenan más fuerte y la lucha va dar sus frutos. “Conseguimos cinco personas vinculados con la Municipalidad de Avellaneda que tienen cosas interesantes para contar y aportar a la causa”. Y más allá de las identidades y diferencias políticas, “si somos un solo puño vamos a lograr algo sobre este aparato represivo. Si sólo tenemos intereses individuales no vamos lograr nada”, indicó el papá de Darío entre aplausos.
“El aparato represivo en los barrios sigue intacto”
Tras la conferencia, Marcha pudo charlar algunos minutos con Alberto Santillan, quien hoy continúa la lucha de Darío y Maxi junto al resto de los familiares y miles de jóvenes que se han sumado a sus reclamos.
Alberto, al ser consultado por sus opiniones acerca de lo que aconteció en el país a principio de año con los servicios de inteligencia, su reforma y disolución, expresó: “No creo que la SIDE que sea un cambio de raíz, va a trabajar en paralelo, va a seguir operando a las sombras haciendo trabajo sucio”. Además, “el aparato represivo en los barrios sigue y seguirá intacto”, concluyó en tono de denuncia.
Hoy, no es solo el padre de Darío. Son sus hijos, cada uno de quienes alzan la voz por su causa. Al preguntarle dónde veía proyectado el ejemplo, Alberto comentó que la continuidad de Darío la ve en los barrios: “En cada escuela primaria y secundaria para adultos. Veo como algo los traspasa a los jóvenes cuando conocen a su historia. Pero no solo Darío, somos todos los que denunciamos esta burla. Ya no somos invisibles. Él vive en un montón de pibes. Me acuerdo cuando el bromeaba diciéndome ‘mirá como juegan a ser piqueteros’. Hoy esos chicos son parte de este frente, de esta lucha”.
“La fuerza de Darío tiene mucho más connotación el 25 de junio que el 26. Cuando veo lo que pasa ese día, la cantidad de chicos que participan, siento que Darío revive. Como digo siempre a Darío y a Maxi no los mataron, los han multiplicado”, adujo finalmente entre miles de voces que lo acompañan.
Hoy la figura de aquellos luchadores seguirá acompañando la construcción de la agenda con miles de voces que aumentan y retumban en el pueblo. Y aunque se hayan ganado varias batallas y reivindicado muchas políticas de derechos humanos, hasta que las muertes de Darío Santillan y Maxi Kosteki sigan impunes, la sociedad y sus familias seguirán reclamando justicia en busca del camino por conquistar un país en el que sienta un completo orgullo por habitarlo.
* Publicado originalmente en Marcha