A 92 años del asesinato de Sacco y Vanzetti
Las luces de la prisión se atenuaron. Faltaban un par de minutos para la media noche, todavía era el 23 de agosto de 1927. El odio de clase ya había recorrido los cuerpos de Sacco y Vanzetti. Sentenciados antes del juicio por inmigrantes, pobres y anarquistas, su legado se hizo inmortal esa noche. Las lágrimas y el llanto se extendieron como un reguero de pólvora en cada rincón del mundo. Tras siete años de un proceso judicial completamente enviciado, la motivación oficial de sus ejecuciones fue el supuesto robo y homicidio de un cajero y de un vigilante de una fábrica de zapatos. En cambio, la causa política quedaba en evidencia: el escarmiento a "los rojos" y a cualquiera que quisiera enfrentar al status quo mundial. El Poder se daba "el lujo" de asesinar por electrocución a dos compañeros aún cuando bajo sus propios códigos legales quedaba claro que no eran responsables de la acusación. En el 92° aniversario del asesinato de estos dos revolucionarios anarquistas, queremos rendirles un sincero homenaje a dos militantes que dieron todo por las causas más nobles y justas, que murieron con el grito de anarquía en sus bocas y con las convicciones aferradas en sus puños.
POR POBRES, INMIGRANTES Y ANARCOS
Las calles de Boston los unieron. Bartolomeo Vanzetti, había nacido en Villafalletto, al norte de Italia y emigró en busca de mejores perspectivas laborales, recorrió Estados Unidos realizando múltiples tareas, participó activamente de la organización del movimiento obrero de ese país, vinculado a la Industrial Workers of the World (IWW). Luego de la huelga de las acerías en Pittsburg, se convirtió en vendedor ambulante de anguilas. Nicolás Sacco, era de la zona meridional de Italia, la Puglia, y trabajaba en una fábrica de zapatos. Quedo marcado para las autoridades al rehusarse a participar en la Primera Guerra Mundial, haciendo campaña contra la barbarie belicista. Ambos formaban parte de un grupo de anarquistas que participaban en las luchas sindicales contra las condiciones de semi esclavitud que imperaban en aquel momento en el régimen laboral norteamericano. En la tarde del 15 de abril de 1920 se sellaría su destino. Frente a una fábrica de calzados, un hombre de negocios y un guardia fueron muertos a tiros y despojados de una suma superior a los 15.000 dólares de aquella época, que llevaban para el pago de salarios. Las autoridades norteamericanas se lanzaron a una cacería fulminante. El hecho desató la ira de la prensa y el eco de esta indignación repercutió en la Cámara Legislativa del Estado, que votó una recompensa de 25.000 dólares, solicitada por el entonces gobernador Coolidge (más tarde presidente de los Estados Unidos). Por su parte otras importantes empresas prometieron elevadas recompensas buscando obtener un culpable. Apenas diecinueve días después del crimen, se había apresado a dos italianos acusados de los homicidios. Para la policía, la urgencia de resolver el crimen era cuestión de revancha y de dinero.
LA MECHA ENCENDIDA
Para comprender lo que motivo al asesinato de Sacco y Vanzetti es necesario adentrarnos en el contexto socio político de la sociedad de los Estados Unidos de 1920. El mayor precedente trágico fue en 1886, el día 1 de Mayo, cuando la protesta obrera de Chicago por la jornada de ocho horas acabó con las detenciones de numerosos anarquistas y la ejecución de cinco de ellos por un atentado que no habían cometido (realizado por las bandas de rompe huelgas a sueldo del gobierno). A nivel legislativo, los Estados Unidos también demostraron estar "listos y a la altura de la circunstancias" cuando tras el asesinato del presidente William McKinley a manos del presunto anarquista León Czolgozs en 1901, se promulgó el decreto de Leyes Anti -anarquistas, que provocó la persecución contra las organizaciones libertarias. El rápido proceso de industrialización, el triunfo en la Primera Guerra Mundial y la ola inmigratoria, generaron el caldo de cultivo para que se gestara una disputa de clases dentro de la sociedad norteamericana como nunca antes visto en toda su historia. El rol del Estado era desactivar y aniquilar cualquier tipo de respuesta frente a la barbarie capitalista. Ser pobres no fue el crimen principal de Sacco y Vanzetti. Eran italianos, inmigrantes, anarquistas. No habían pasado siquiera dos años desde el fin de la Primera Guerra Mundial. Habían protestado contra la guerra, se habían negado al reclutamiento. En esos años vieron cómo crecía la histeria contra los radicales y los extranjeros, observaron las redadas que emprendían los agentes del procurador general Palmer, del Departamento de Justicia, que irrumpían en mitad de la noche en los hogares sin órdenes judiciales, mantenían a las personas incomunicadas y las sometían a torturas en la "tierra de la libertad". Las autoridades norteamericanas, en plena histeria contra la Revolución Rusa, realizaron enormes deportaciones en masa de inmigrantes extranjeros acusados de "rojos" -por ejemplo Emma Goldman o Alexander Berkman-.
La persecución contra las organizaciones obreras fue feroz: en Boston, 500 militantes fueron arrestados, los encadenaron y marcharon con ellos por las calles. Uno de los casos más emblemáticos fue el de Luigi Galleani, editor del periódico anarquista "Cronaca Sovversiva", al cual estaban suscritos Sacco y Vanzetti, que fue detenido y deportado de inmediato. Pero había ocurrido algo más aterrador. Un compañero de Sacco y Vanzetti, también anarquista, un tipógrafo llamado Andrea Salsedo, que vivía en Nueva York, fue secuestrado por agentes del FBI y se le mantuvo ilegalmente arrestado en las oficinas del piso 14 del Park Row Building. No se le permitió hablar con su familia, ni con sus amigos o abogados. Fue interrogado y golpeado, según otro prisionero. Durante la octava semana de su encierro, el 3 de mayo de 1920, el cuerpo de Salsedo, aplastado y desfigurado hasta quedar hecho un amasijo, fue encontrado sobre el pavimento lindero al Park Row Building. El FBI anunció que Salsedo se había suicidado saltando al vacío desde la ventana del piso 14, justo desde el cuarto donde lo tenían retenido. Esto ocurrió tan sólo dos días antes de que Sacco y Vanzetti fueran arrestados. Todo el andamiaje represivo Estatal burgués estaba en pleno funcionamiento para desactivar la amenaza subversiva en suelo norteamericano. La justicia, una de las herramientas más "limpias" y preferidas para esta tarea, actuó de una manera ejemplar frente a todos aquellos que eran acusados de comunistas o siendo benevolente con aquellos torturadores, asesinos y ejemplares ciudadanos vitales para dicha sociedad. Claro está que la injusticia de clase corta transversalmente todas las décadas, todos los siglos de nuestra historia. En medio del caso de Sacco y Vanzetti, en el poblado de Milton, Massachusetts, un hombre rico le disparó a otro que recogía leña en su propiedad y lo mató. Pasó ocho días en la cárcel, luego se le dejó salir con fianza y no fue procesado. Una ley para los ricos, otra ley para los pobres; esa es una característica persistente de nuestro sistema de justicia y en todas las latitudes del globo terráqueo en donde haya opresores y oprimidos. El resultado de estas políticas estatales y sociales fue la desarticulación del movimiento obrero revolucionario norteamericano, que hasta ese momento había sido muy poderoso, representado por el anarquismo, que llegó a articular la IWW, unificando a ácratas y socialistas.
LA VENGANZA JUDICIAL
Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti fueron arrestados en Brockton la noche del 5 de mayo de 1920, por un policía que buscaba a otro individuo. Durante sus primeras horas en la jefatura policial, no se les acusó de ningún delito. Sólo se les interrogó acerca de sus actividades políticas. La prensa, servil a los intereses capitalistas, inmediatamente divulgó el hecho de que eran anarquistas, como prueba moral de la capacidad de aquellos para delinquir: estaban condenados desde antes de que empezara el rito del proceso jurídico. Sacco y Vanzetti comprendieron esto de inmediato, razón por la cual decidieron jugar un papel activo en la defensa de sus ideas y convicciones, no ocultando jamás sus posturas políticas y no entrando en el juego de apuntar a otros compañeros o de desmarcarse de alguno de sus vínculos. Ante la represión y la cárcel, levantaron la oposición anárquica, haciendo frente a todo un engranaje judicial que no solo buscaba su aniquilamiento físico, sino que en realidad perseguía que su derrota moral fuese el caldo de cultivo para el freno de la lucha antiautoritaria en todo el territorio. Los dos prisioneros entendieron con absoluta claridad el papel que les tocó desempeñar. El proceso en su contra, más que la finalidad de encarcelar a los responsables de un atraco, tenía un claro objetivo transmitir el mensaje de represión y amedrentamiento. Más allá de cualquier argumentación "legalista", lo cierto es que nunca hubo pruebas que situaran a Sacco y Vanzetti en el lugar del robo y posterior asesinato y este hecho es una clara muestra del absurdo jurídico, del cinismo dentro de la lógica de la autoridad. El juicio estuvo plagado de falsedades, infamias, pericias mal ejecutadas y testimonios inducidos y retractados. Fue la puesta en escena de todo un despliegue político burgués- represivo contra de las ideas anarquistas que estos mártires defendieron hasta el momento de su asesinato.
El juicio fue un circo, donde desde el primer momento la mano de la burguesía estuvo lista para bajar la palanca de electrocución. Hay tres puntos clave que las autoridades "pasaron por alto": 1) el arma incautada a Sacco y Vanzetti era una Colt 32. El giro de la bala de dicha arma es hacia la izquierda no a la derecha como en la mayoría de las pistolas del momento. Eso al principio fue prueba irrefutable. Pero después se descubrió que la banda de Morelli -pertenecientes a la mafia italiana que hostigaba la zona del asesinato y verdaderos autores del ataco- utilizaba la pistola española Star, que también tenía giro a la izquierda y fue con la que se cometieron los crímenes. Pruebas que ocultaron los responsables de balística. 2) La propia confesión de los verdaderos asesinos. Entre ellos Celestino Madeiros, que también fue ejecutado el mismo día que Sacco y Vanzetti. 3) La confesión de muchos testigos que había sido comprados para acusar a Sacco y Vanzetti. Sin olvidar que el día de los hechos Sacco y Vanzetti estaban en sus lugares de trabajo, con sobrados testigos a su favor. Al escuchar la sentencia, Sacco afirmó: "Sé que la sentencia será entre dos clases, la de los oprimidos y la de los ricos... Es por eso que estoy aquí ahora, en el banquillo de los acusados, por pertenecer a la clase de los oprimidos". Vanzetti sabía que los argumentos legales no los salvarían: a menos que unos cientos de miles de estadunidenses se organizaran, él y su amigo Sacco morirían. Palabras no, lucha. Apelaciones no, exigencias. Peticiones al Gobernador no, toma de fábricas. La presión del pueblo es la única capaz de frenar a una maquinaria judicial parida para la defensa de los intereses de los opresores, la solución no era la búsqueda de un sistema legal justo que funcionara mejor, sino de una huelga general que detuviera la maquinaria. Diversas campañas de solidaridad se levantaron para exigir su liberación. Se generó una combinación de tácticas que se enmarcaban no sólo en la lucha por su libertad, sino en la destrucción de todo aquel entramado contra el que ellos lucharon cuando estaban en la calle, oponiéndose al Capital como relación social, develando el rol del Estado, asumiéndolo como enemigo y renegando de cualquier tipo de autoridad. Teniendo esto como punto de origen, la agitación constante rugía en las calles del mundo de manera multiforme. Masivas manifestaciones, mítines de solidaridad, huelgas generales, atentados contra símbolos del capitalismo estadounidense y bienes de personeros responsables, entre otros hechos, formaron parte del extenso abanico de expresiones de resistencia y lucha. Lamentablemente, pese a todos los esfuerzos, no fue suficiente. Cientos de miles de compañeros se manifestaron, marcharon, protestaron, no sólo en Nueva York, Boston, Chicago y San Francisco; también en Londres, París, Buenos Aires y Sudáfrica.
La noche de su ejecución, una marea humana cubrió Charlestown, pero un enorme contingente de policías los mantuvo alejados de la prisión. Los arrestos fueron masivos, mientras las ametralladoras del régimen estaban emplazadas en las azoteas y los reflectores barrían a los manifestantes. El juicio y sentencia contra Sacco y Vanzetti buscaba levantarse como una advertencia a quienes se atrevieran a perturbar la tranquilidad de los explotadores, sus lujos y comodidades. Así entonces, el nombre de los dos anarquistas italianos se transformó en un símbolo para ambos bandos en permanente oposición. Los representantes del poder veían en Sacco y Vanzetti el rostro de un entorno anárquico difuso que se atrevía a desafiar con diferentes métodos y herramientas al orden impuesto, razón más que suficiente para encarcelarlos y asesinarlos sin importar si eran o no responsables del cargo que pesaba sobre ellos. "El enemigo nos quiere muertos y nos tendrá muertos para defender el privilegio y la tiranía, para humillaros, para acobardarnos, para vencernos, destruirnos y encadenar los pueblos al carro de su esclavitud... Y este mismo enemigo, clava sus inmundos tentáculos en la carne de todos los pueblos de la Tierra, prepara el más grande militarismo del mundo y se apresta a esclavizar la entera humanidad. Hay que aplastarle la cabeza!" afirmó de manera premonitoria Vanzetti antes de ser ejecutado. Esos dos hombres, el vendedor de pescado y el zapatero, no lograron obtener justicia en el sistema estadunidense, porque la justicia no se imparte igual para el pobre que para el rico, para el oriundo que para el nacido en otros países, para el ortodoxo que para el radical, para el blanco o para la persona de color. Y aunque la injusticia se juegue hoy de maneras más sutiles y de modos más intrincados que en las crudas circunstancias que rodearon el caso de Sacco y Vanzetti, su esencia permanece inalterable.
UN LEGADO VIGENTE
Fue su anarquismo y su amor por la humanidad lo que los condenó. Cuando Vanzetti fue arrestado, tenía en el bolsillo un volante que anunciaba una reunión que debía ocurrir cinco días más tarde. Es un volante que podría distribuirse hoy, en todo el mundo, de modo tan apropiado como el día de su arresto. Decía: "Han combatido en todas las guerras. Han trabajado para todos los capitalistas. Han recorrido todos los países. ¿Han cosechado los frutos de sus fatigas, el premio de sus victorias? ¿Acaso el pasado les da consuelo? ¿El presente les sonríe? ¿El futuro les promete cualquier cosa? ¿Han encontrado un pedazo de tierra donde puedan vivir y morir como seres humanos?" .
En la actualidad, la represión va buscando los caminos por donde avanzar, amoldando y amoldándose a los tiempos y ritmos que corren. En el presente no es tan común la amenaza de pena de muerte de un modo directo y "legalista", por más de que las ejecuciones extraoficiales, los fusilamientos en manos de las fuerzas represivas y el hambre sean elementos de exterminio que están a la orden del día. De igual forma, se sepulta e intenta aniquilar con sentencias de varios años o de perpetuidad todo aquel que ponga a disposición su vida en la defensa de los mismos valores por los cuales murieron Sacco y Vanzetti. Pese a las diferencias de metodología, la violencia y la represión son las mismas en tanto el poder y la autoridad sigan existiendo. Así como la represión se mantiene pese a cambiar de modalidad, la solidaridad debiera explotar cualquier canal para continuar siempre vigente, perpetuando y proyectando la lucha más allá de cualquier frontera y dificultad coyuntural. La guerra social y las disputas de clase no se detienen, avanzan o se definen en función de la represión, son otros los vaivenes que van acelerando o ralentizando los pasos. Por ello es tan importante, desde lo individual y colectivo, la búsqueda de la unión en los códigos compartidos, en las experiencias de lucha y en cada acto revolucionario frente al aparato opresor. La idea/acción trascendente de todo el proceso que vivieron Sacco y Vanzetti es que en el momento más duro de la lucha, decidieron abrazar con más fuerza y pasión las ideas anárquicas. Mientras llovían las amenazas y las condenas, ambos se afirmaron en la lucha contra toda autoridad, en la lucha por la libertad plena. "Así que, hijo, en vez de llorar, sé fuerte, de modo que seas capaz de consolar a tu madre. Llévala a una larga caminata por el campo en silencio, junten flores silvestres aquí y allá, descansen a la sombra de los árboles... pero recuerda siempre, Dante, en este juego de la felicidad no te sirvas a ti mismo únicamente... ayuda a los perseguidos y a las víctimas, porque son ellos tus mejores amigos... en esta lucha de vida hallarás más amor y serás mejor amado". Esas fueron las últimas palabras de Sacco a su hijo Dante. Palabras que debemos tomar como propias, atesorarlas y recordarlas en los momentos más difíciles de nuestra militancia.
* Publicado originalmente en Revista La Maza N° 64