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Carta abierta a Sobisch, el asesino


No es fácil hablar, cuando faltan pocos días para que se cumplan 9 años de su asesinato. Y menos aún, si los que dieron la orden de reprimir siguen gozando de una injusta libertad. Hace poco, Camila, mi hija mayor, se puso a pensar en ese terrible 4 de abril de 2007: “¿Por qué fue papá a la marcha, y no fuiste vos?”. Yo había discutido con Carlos, por eso mismo: le había dicho que, si era peligrosa la movilización, debíamos ir los dos. Pero él, pensaba al revés: decía que uno debía quedarse con los chicos, pensando en ese día y en el después también. No se equivocó. Carlos no se equivocó. Dictada ya la prisión perpetua al policía Darío Poblete, en la Causa “Fuentealba 1”, por haberlo ejecutado con una granada de gas lacrimógeno en la cabeza, a casi 8 años de iniciada la causa “Fuentealba 2”, ¡no hay ningún avance! Debería haberse juzgado al autor intelectual, el por entonces gobernador Jorge Sobisch, pero nunca lo consideraron. Y a toda su cúpula de inseguridad, la sobreseyeron. Por eso, apelamos nuevamente, pero la Justicia los apaña: dicen que el operativo no fue desmedido... Y lo peor es que nuestra causa debe prescribir por los tiempos de plazos razonables, ya que “no es una causa de Derechos Humanos, porque solamente hubo un muerto”. Más perverso, imposible. Entonces, este 24 de marzo, aprovecho estas líneas para dejarlo sentado: el asesinato de Carlos, fue un crimen de Estado. ¿O alguien lo piensa discutir? El caso Fuentealba no puede prescribir. Claramente, el accionar de Poblete no fue individual, sino ordenado por el gobierno. Y eso no es todo: el ex ministro de seguridad de Sobisch estaba ese día en Arroyito, en plena protesta. Pero, por si eso fuera poco, hay más: la noche previa al 4 de abril, Sobisch se reunió con jefes policiales y algunos políticos para planificar la represión… De Carlos, toda la vida valoré su coherencia, porque actuaba en función de lo que pensaba. ¿Les cuento algo? A veces lo miraba y veía al Che. ¿Pero les cuento algo más lindo todavía? Ni bien nos conocimos, le pregunté qué cosa le gustaba de mí, y me dijo: “Que sos maestra”. Siempre, pero siempre, me acompañaba a las marchas y estaba a mi lado, en todas las luchas. Así, nos hicimos en esta militancia que elegimos como forma de vida. De hecho, una vez tuvimos una crisis muy importante, porque él estaba apagado, alienado, trabajando en un supermercado todo el día. Y como yo lo veía mal, le dije: “Cómo no te voy a bancar, si vos querés estudiar”. Pues ahí nomás, empezó a soñar con dar clases y, aunque sólo pudo ejercer la docencia durante tres años, le sobró: se marchó como el gran maestro que fue, para mí y para todos.

¿Loco, no? Justo aquí, en la absurdamente denominada “capital de los Derechos Humanos”, cayó el único docente asesinado en democracia. Tal vez por eso, en este nuevo Día de la Memoria, siento que nosotros padecimos la misma injusticia que sufrieron las víctimas de la dictadura, porque no, en eso no avanzamos nada. Dimos pasos adelante en el juzgamiento a los milicos que instauraron la peor de las dictaduras, cuatro décadas atrás, pero seguimos retrocediendo cada vez más por la violencia que ejercen las instituciones en plena democracia, matando pibes como si fuera normal. Pudieron dispararle a Carlos. Pero no podrán sacarle su delantal

* Publicado originalmente el 24 de marzo de 2016, en La Poderosa Neuquén

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