El matrimonio de Monsanto con Bayer rompe récords no solo debido a su envergadura sino por su mal olor, y no solo debido a la reputación de Monsanto de dejar una estela mortífera en todo, desde la desaparición de las flores silvestres y las mariposas a los agricultores abocados a la pobreza por estar obligados a comprar sus semillas y pesticidas.
Bayer, quizá más conocido por sus aspirinas, tan eficaces desde 1897, u otros medicamentos útiles, tiene un historial marcado por unas cifras de muerte mucho, mucho mayores.
Bayer, junto con otras dos empresas químicas gigantes, BASF y Hoechst, fue quien desarrolló en terrible gas cloro que se utilizó en la Primera Guerra Mundial. En 1925 las tres empresas formaron un cártel gigante, IG Farben (Joint Interest Association Dyes), que se convirtió en el líder mundial de las farmacéuticas, los tintes y los productos químicos, a menudo después de tratos con DuPont y Standard Oil.
Durante los primeros años de la década de 1930 IG Farben se convirtió en el mayor donante de la campaña electoral de Adolph Hitler. Aunque al principio era ligeramente reticente debido a que algunos de sus científicos clave eran judíos, en los años decisivos antes de que Hitler lograra el poder IG Farben donó 400.000 a este y a su partido nazi, lo que fue ampliamente recompensado: IG Farben, con Bayer, se convirtió en el mayor especulador de las conquistas alemanas en la Segunda Guerra Mundial.
En una carta dirigida al director de IG Farben, Fritz ter Meer, a principios de 1941 el Dr. Otto Ambros elogió la amistad de IG Farben con las SS que aceleró la construcción de su fábrica de Auschwitz-Buna y escribió acerca de un banquete ofrecido por la administración del campo en el que “se elaboraron todas las medidas para utilizar la verdaderamente excepcional gestión del campo de concentración de la manera más ventajosa para la fábrica de Buna”.
Aunque Auschwitz fue el mayor y más espantoso emplazamiento de la historia destinado a aniquilar seres humanos, su objetivo básico había sido un gigantesco complejo de IG Farben para producir gasolina y caucho como parte de sus planes de conquistar Europa y el mundo .
A IG Farben no le interesaban únicamente el carburante y el caucho. La correspondencia entre los directores de Bayer y el comandante de Auschwitz incluía intercambios del siguiente tipo: “Con vistas a los experimentos que tenemos planificados con un nuevo fármaco para provocar el sueño, agradeceríamos si pudiera poner a nuestra disposición unos cuantos presos […]” – “Confirmamos su respuesta, pero consideramos que el precio de 200 RM [Reichmark] por mujer es demasiado elevado. Proponemos pagar no más de 170 RM por mujer. Si les parece aceptable, las mujeres pasarán a ser posesión nuestra. Necesitamos unas 150 mujeres […]” – “Confirmamos su aprobación del acuerdo. Les ruego que nos preparen 150 mujeres que tengan la mejor salud posible […]” – “Recibida la orden para 150 mujeres. A pesar de sus malas condiciones, fueron consideradas satisfactorias. Le mantendremos informado de los acontecimientos referentes a los experimentos […]” – “Los experimentos se llevaron a cabo. Todas las personas con las que se experimentaron murieron. En breve contactaremos con usted para un nuevo envío”.
IG Farben también tenía otro interés en Auschwitz. Para aquellas personas que eran demasiado ancianas, demasiado pequeñas o demasiado débiles para trabajar, tenía Zyklon B, diseñado y producido por la empresa subsidiaria de IG Farben, Degesch.
Cuando se vinieron abajo sus planes de conquista y acabó su genocidio, el mundo esperaba que semejantes hombres fueran castigados y en agosto de 1947 comenzó el Tribunal de Crímenes de Guerra de Nuremberg contra IG Farben organizado por Estados Unidos y en el que el fiscal estadounidense Telford Taylor afirmó: “Son estos criminales de IG Farben y no los locos nazis fanáticos los principales criminales de guerra. Si no se saca a la luz la culpa por estos criminales y si no son castigados, representarán una amenaza mucho mayor para la paz mundial que Hitler si todavía estuviera vivo”.
Pero la atmósfera había cambiado en Alemania, los viejos enemigos fueron sustituidos por nuevos. En julio de 1948, casi un año después, diez de los 24 acusados fueron absueltos y aunque 12 de ellos había sido declarados culpables de crímenes como asesinato masivo, esclavitud y crímenes contra la humanidad, fueron condenados a penas leves de entre año y medio, y ocho años de cárcel, incluido el tiempo que ya habían estado en la cárcel.
IG Farben también se dividió. Pero sus tres componentes principales, ahora separados de nuevo y urgentemente necesitados de un apresurada Guerra Fría, crecieron hasta convertirse cada uno de ellos en 20 veces más grandes de lo que había sido el conjunto de IG Farben en su mejor momento en 1944, el último año de la guerra. Para 1952 el gobierno de la nueva Alemania Occidental de Konrad Adenauer había amnistiado y liberado al último de los encarcelados, que rápidamente volvieron a sus prominentes posiciones en el mundo de las empresas químicas y farmacéuticas.
Los dos hombres citados en la carta antes mencionada, Fritz ter Meer, miembro del consejo de administración de IG Farben desde el principio al final, y Wartime Manager, responsable de IG Auschwitz, declararon en su defensa ante el tribunal: “El trabajo forzado no infligió a los presos ningún daño, dolor o sufrimiento importante, particularmente porque la alternativa para esos trabajadores habría sido la muerte de todos modos”. Pocos años después de ser puesto en libertad Fritz ter Meer recuperó su puesto como miembro del consejo de administración de Bayer. En poco tiempo las tres empresas hermanas, BASF, Bayer y Hoechst (que posteriormente se fusionó con la empresa francesa para formar Aventis), cubrieron sus puestos más importantes con ex nazis.
El hombre que escribió la carta citada antes, Otto Ambros, que había sido responsable de la elección de la ubicación, de la planificación, la construcción y el funcionamiento de IG Auschwitz en su calidad de gerente de operaciones, recibió la condena “más dura”, por esclavitud, a ocho años de cárcel. Tras salir en libertad en 1952 fue sucesivamente vicepresidente, presidente y miembro del consejo de administración de una docena de empresas químicas. Más conocido fue Chemie Grünenthal, que fue culpable de vender el fármaco talidomida (o Contergan) mucho después de que pareciera evidente que si lo tomaban las mujeres embarazadas, sus bebés podían nacer sin alguno de los miembros o padecer otras deformaciones. Hasta 1959 se vendía en 46 países con una etiqueta que afirmaba que se podía “dar con total seguridad a mujeres embarazadas y madres lactantes”. Unos 10.000 niños se vieron afectados.
En 2008 unos investigadores de Inglaterra descubrieron una relación entre la talidomida y las drogas investigadas durante la guerra, muy probablemente una de las desarrolladas bajo la dirección de Otto Ambros al investigar el gas nervioso. Hasta entonces la empresa siempre había alegado que se habían perdido los datos de las investigaciones previas, supuestamente durante la guerra .
Sin que las dudas le preocuparan lo más mínimo, el Departamento de la Energía estadounidense (anteriormente Comisión de la Energía Atómica) contrató a Ambros como asesor en la hidrogenación del carbón en base a una investigación de IG Farben. Al ser preguntado por el hecho de contratar a un criminal de guerra convicto, el Departamento insistió en que toda la documentación pertinente se había perdido.
Cuando un periodista del San Francisco Chronicle preguntó a Ambros en una entrevista telefónica por su condena en 1948 en el juicio de Nuremberg por asesinatos masivos y esclavitud, contestó: “Aquello ocurrió hace mucho tiempo. Implicó a judíos. Ya no pensamos en ello”.
Aquellos hombres de IG Farben en la época de la guerra están todos muertos. Sus empresas prosperan. Y en los últimos años se ha acusado a Bayer de hacer experimentos médicos no éticos, de vender fármacos que se ha demostrado que son peligrosos, de poner dificultades a que los países en desarrollo produzcan medicamentos vitales y de utilizar materiales de importación producidos gracias al trabajo infantil. Quizá la acusación más importante sea que una filial de Bayer, H.C. STARCK, fue en parte responsable de la sangrienta guerra en la República Democrática de Congo y estuvo implicada en la obtención de diferentes minerales, pero sobre todo el valioso coltán, del que es el principal productor.
Hasta ahora la empresa hermana BASF era la mayor química del mundo. Si se mantiene el acuerdo, Bayer-Monsanto la superará ahora. Cualquier esperanza de que Bayer mejore de alguna manera en sus formas bajo la influencia de Monsanto parece cuando menos poco realista.
* Publicado originalmente en Berlin Bulletin
** Traducido por Beatriz Morales Bastos, para Rebelión