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Un sistema siniestro


En Marcos Paz se fumigan escuelas. Docentes que defienden la producción con químicos, un estado cómplice y unos productores resignados a aceptar que sus hijos crezcan intoxicados. Todos al servicio de Monsanto.

Es siniestro. Fumigan escuelas. Tiran agrotóxicos sin importar si los chicos se intoxican. Los autores intelectuales son las empresas multinacionales que imponen la utilización de químicos y el poder político que lo permite. Pero lo más siniestro de este sistema agrario y antihumano es que obliga a los padres de los chicos a ser los autores materiales.

En las escuelas de Marcos Paz, un localidad a 50 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, se enseña que la producción necesita de agrotoxicos, y los productores, aun los que saben que no es así, los utilizan porque desde el Estado no surge el apoyo ni las alternativas para poder evitarlos y virar hacia una producción ecológica. Esos productores son los padres de los chicos que van a las escuelas rurales fumigadas. Los pibes se llenan de veneno en sus casas y en el colegio. El aire puro del campo para ellos es puro humo.

Los familiares de los alumnos son parte de un sistema planteado para la ganancia de los vendedores de semilla transgénica y la derrota de la vida; sistema del que resulta muy complicado salir: “El que va a fumigar a las escuelas es el abuelo de uno de los alumnos, entonces muchos prefieren no decir nada porque no quieren que esa persona pierda el trabajo. La desesperación por la supervivencia hace que no puedas ver más allá”, ejemplifica Rita Merlo, también abuela de uno de los chicos que asiste al Jardín de Infantes N°904, que junto a la escuela primaria Nº 8 están recibiendo fumigaciones.

“La primera fumigación en estas escuelas fue hace dos meses. Iban a volver a fumigar el fin de semana pero por las lluvias no sabemos si lo hicieron. Es una zona rural y si no hay clases nadie pasa por ahí. No podemos darnos cuenta si fumigaron o no porque aún está todo amarillo de la vez anterior”, detalla Rita, que se dedica a las terapias medicinales y es feminista y ecologista pero se define como ama de casa.

Aunque las fumigaciones cerca de escuelas en Marcos Paz no son algo nuevo. Pasó por ejemplo hace dos años en otro colegio y ahora los docentes observan alumnos con problemas respiratorios y en la piel, además de muchos granos. En aquel entonces además hubo personas intoxicadas que quedaron con dolores de cabeza permanentes.

Ante esta situación la Multisectorial contra el Agronegocio pide una ampliación de la ordenanza N° 44/2012 que exige fumigar fuera del horario escolar, a más de 2 mi metros de los colegios y establecer barreras forestales. Quieren que se cumpla la ordenanza, y luego que se establezcan también perímetros de filas de árboles para proteger además de las escuelas, las zonas urbanas y los ríos, para que no se contamine el agua. Por otra parte pretenden subir a 3 mil metros la distancia entre las fumigaciones y las escuelas. “Cuando se dan las discusiones en el Consejo Deliberante esos metros que nosotros requerimos significan pérdidas para el productor porque no va a poder sembrar lo que está acostumbrado a sembrar y ganar. La producción agroecológica no es perder, hay que apostar a ese cambio, no va a haber contaminación y producción van a tener”, explica Vanina Pereyra, una de las representantes de la Multisectorial en Marcos Paz.

Pero el cambio de producción nunca será posible si desde el mismo Estado se defiende la producción con químicos y se enseña en las escuelas. Vanina es técnica en información ambiental y docente de un colegio secundario de la zona, sin embargo lo que ella intenta enseñar no condice con las lecciones que reciben los chicos en otras escuelas. “Los estudiantes de la escuela agraria aprenden lo que les enseñan: que la producción debe ser con químicos y que son necesarios. Así les enseñan a los ingenieros agrónomos, nosotros somos un grupo de docentes y productores agroecológicos que queremos difundir que no es necesario, que hay otra forma. En esta escuela lo tienen muy naturalizado. En las que no son agrarias no lo tienen presente, es algo desconocido a pesar de que somos un pueblo productor”.

Rita nota que lo mismo sucede afuera de las escuelas: “Acá hay un profesor que va en 4 x 4 y les dice a los chicos que para triunfar en la vida y ser alguien tienen que sembrar soja y poner agrotóxicos, da esa enseñanza”.

El discurso de los ganadores de este sistema ha pegado tan hondo que lo repiten desde los productores que fumigan a sus propios hijos, pasando también por los docentes, hasta las autoridades políticas que no se meten con los intereses económicos. “Los que ganan son las grandes empresas como Monsanto, las semilleras que venden una semilla hibrida y transgénica que debe ir acompañada de los agrotóxicos. Venden ese paquete y hacen creer que no se puede producir más allá de eso, que si te salís de esa producción del monocultivo no vas a poder obtener una ganancia y vas a empezar a perder”, afirma Vanina Pereyra.

Rita coincide: “El productor es producto de lo que le dicen que tiene que sembrar para ganar plata. Por eso lo que hay que cambiar es el modelo y ese cambio tiene que estar acompañado de políticas públicas. Si desde el Estado no se subvenciona otro tipo de producción es muy difícil que el productor cambie”.

Pero cuando analiza a quienes están tirando veneno en Marcos Paz su respuesta es mucho más dolorosa. Porque ya nos hemos acostumbrado a que Monsanto y ese tipo de empresas multinacionales nos vayan matando de a poquito, pero que el brazo ejecutor seamos nosotros mismos ya es demasiado: “Los que fumigan son productores rurales. Los chicos que van a las escuelas fumigadas son los hijos de los productores que fumigan los campos, o sea que reciben veneno por todos lados”.

* Publicado originalmente en Revista Cítrica

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