En 1895, en ese Buenos Aires tan atónito como fascinado por la polifonía inmigratoria de ultramar, aparece la publicación Propaganda anarquista entre las mujeres, que consta de una serie de folletos impresos bajo el sello Biblioteca de la Questione Sociale. Por cierto, los editores tienen muy en claro sus propósitos y lo expresan en la introducción: “Con el objeto de propagar las ideas emancipadoras entre nuestras compañeras de trabajo y de miseria, la redacción de La Questione Sociale se propone publicar una serie de folletos especiales para la propaganda entre las mujeres, en los que se tratarán todas aquellas cuestiones que tienen relación directa con la emancipación económica, política y religiosa de la mujer. Dichos folletos se repartirán gratis y serán costeados por suscripción voluntaria, cuyas listas se insertarán en La Questione Sociale… Los que simpaticen con nuestra iniciativa pueden desde ahora abrir una suscripción voluntaria remitiendo las cantidades de nuestra administración o a cualquier periódico anarquista. ¡Manos a la obra compañeros! Buenos Aires, abril de 1895.”
Se pide esta colaboración solidaria para la serie de proyectos culturales, que sin el apoyo del activismo y de los simpatizantes no podrían sostenerse en el tiempo. Estas entregas, como tantas otras publicaciones posteriores, suponen ser cajas de herramientas para incitar a través de la palabra la participación femenina, una de las grandes obsesiones de los cuadros anarquistas de ese entonces. Al centrar la atención en las mujeres, emerge un perfil novedoso y necesario de analizar: durante este período, pesa más la preocupación de las vanguardias masculinas sobre la condición de subalternidad de las mujeres que la de las propias afectadas. Si bien hubo excepciones que no se pueden soslayar y, más aún, que se celebran con algarabía, como es el caso del periódico La Voz de la Mujer (1896-1897)[1], no obstante, el grueso de los artículos y manifiestos que desfilan por nuestros lares están escritos por anarquistas europeas y no por nativas. Es más, la mayoría son recopilados y traducidos al castellano por figuras masculinas. De allí que en el Río de la Plata, las cuestiones cruciales que hacen al debate de la discriminación y exclusión de las féminas están impulsados por militantes e intelectuales varones, los cuales van armando una estrategia fundada en agitar un periodismo de mujeres para mujeres.
En tanto, la tirada de esta tanda de folletos sería de alrededor de dos mil a tres mil ejemplares, distribuidos por los cientos de activistas que viven en Buenos Aires hacia finales del siglo XIX. Con seguridad, donde se consiguen es en la Librería Sociológica, ubicada en la avenida Corrientes, entre Ayacucho y Junín. “Justamente su dueño, Fortunato Serantoni, los edita y portan el sello La Questione Sociale, que además es el nombre de la revista que, desde 1894, y en italiano y en castellano, está a cargo suyo.”[2] Este espacio dispone de todo tipo de textos – libros, folletos, revistas y periódicos- en diferentes idiomas que provienen del exterior a causa de las migraciones y los intercambios internacionales.
La necesidad de repetición enunciativa no es azarosa: en Europa La Questione Sociale representa un símbolo emblemático, en el cual se identifican todas aquellas producciones de cuño ácrata y librepensador. Errico Malatesta, uno de los grandes teóricos del anarquismo moderno cuya reputación cruza los océanos, había elegido el mismo nombre para sus publicaciones aparecidas tanto en Buenos Aires como en Florencia.
Propaganda anarquista entre las mujeres, bajo el subtítulo A las proletarias, es el primero de esta serie. Está firmado por la utopista, partidaria de Charles Fourier y también librepensadora, Ana María Mozzoni (1837- 1920). Tras la unificación de Italia en 1870, ella impugna fuertemente los modos discriminatorios hacia las mujeres que se refuerzan en el naciente estado. Esta periodista y política -considerada como una de las pioneras del movimiento feminista en Italia- parte de la creencia que el nivel de la democracia deberá medirse en función de su capacidad para integrar a sus congéneres como ciudadanas y participantes en el desarrollo moral y material de la nación. Desde su perspectiva, tanto el derecho al sufragio como el ingreso a la educación agrieta el modelo del “monarcato patriarcale” (familia patriarcal). Además de constituir la Lega Promorrice degli Interessi Femminili, se incorpora al Partido de los Trabajadores que, de inmediato, se transforma en el Partido Socialista, del cual es cofundadora.
En verdad, que estos folletos aparezcan bajo su nombre genera ciertos interrogantes: por un lado, cabe la posibilidad de que Mozzoni haya pasado por Buenos Aires y se hubiera contactado con los grupos ácratas locales. Por el otro, tal vez, dicho material habría sido traducido de la lengua original al castellano por decisión de Fortunato Serantoni. Lo cierto es que tanto una como otra hipótesis no alteran la condición de su autoría. En cuanto al segundo folleto, Propaganda anarquista entre las mujeres tiene como subtítulo A las muchachas que estudian.
Claro está que ambos incursionan alrededor de la explotación inhumana de las obreras fabriles, pero también emergen, de manera iniciática, expresiones de un malestar anclado en el espacio íntimo que se adelanta al horizonte mental de la época. Así, se configura una retórica a partir de sus nuevos roles en el mundo del trabajo asalariado. Y además, hace ver las condiciones subalternas dentro del patrón familiar autoritario y patriarcal. Institución, por cierto, que influye sobre las expectativas de aquellas que integran los sectores populares, ya que tener una prole representa el proyecto central de sus vidas. En este trazado, irrumpe una mirada de impugnación contra situaciones concretas de violencia doméstica. Al respecto, Mozzoni dice: “El padre de tus hijos que un día te miraba como a la confidente y la depositaria de sus congojas, te considera hoy como el punto natural donde desahogar sus iras y malhumores (…) y si él busca en el vino y en la compañía de sus amigos una tregua a su tristeza, al regresar a casa pagarás con creces aquella tregua, con acrecentados desprecios. Si tu marido te maltrata, si te pega y te quejas al juez, éste te responderá: Id en paz, no existen los extremos legales”.
La propuesta frente a tantas injusticias estará en abrazar el ideario de la revolución como una maquinaria propia: “La anarquía defiende la causa de todos los oprimidos y por esto, y de un modo especial, defiende vuestra causa ¡Oh mujeres, doblemente oprimidas por la sociedad presente! En realidad, vosotras sois esclavas tanto en la vida social como en la privada”.
Sin paliativo alguno, estos folletos desnudan las formas de violencia a las que son sometidas por las golpizas y maltratos por parte de sus cónyuges. Uno de sus puntales significa manifestarse con un tono grandilocuente que avanza más allá de los propios límites históricos:
“Queremos libertaros de la codicia del patrón que os explota, de las acechanzas del cura que os llena el cerebro de supersticiones, de la autoridad del marido que os maltrata, de las nefandas preocupaciones que os oprimen. Si vosotras anheláis por la completa extirpación de todas estas injusticias de las cuales vosotras, oh mujeres, sois las primeras víctimas y mártires, venid con nosotras, combatid en nuestras filas, sed nuestras compañeras de lucha y amor. Venceremos.”
En líneas generales, se cruzan demandas urgentes y puntuales con intentos de revelar las costumbres machistas que imperan tanto en la fábrica como en el hogar: “En realidad vosotras sois esclavas tanto en la vida social como en la vida privada. Si sois proletarias, tenéis dos tiranos: el hombre y el patrón. Si sois burguesas, se os deja solamente la soberanía de la frivolidad y de la coquetería. El hombre – ya sea padre, ya esposo, ya hermano – no es por ley y costumbre vuestro amigo y compañero: es dentro y fuera de la familia el dueño de la mujer, aunque él, a su vez, sea esclavo de otro hombre”. Es posible que, en buena medida, estas posiciones reveladoras de opresiones de género aún no visibilizadas como tales, evoquen las premisas de la socialista Flora Tristán, en su folleto, Unión Obrera, en 1843: “Se la ha educado para ser una graciosa muñeca y una esclava destinada a distraer a su dueño y a servirle.”[3]
Tomando el postulado de Beatriz Sarlo que señala que “los textos forman al actor social”[4], la aparición de estas producciones responden más a inquietudes y compromisos de Mozzoni y de su grupo de afinidad ácrata que a un movimiento de obreras organizadas, dispuestas a apropiarse del saber y de la escritura contestataria.
Al abordar Propaganda anarquista entre las mujeres, se siente de hecho el diálogo con una lectora implícita más que el fenómeno de una práctica cultural sobre las apropiaciones textuales. No cabe duda de la formación de un incipiente electorado moderno femenino, pero el grueso de sus potenciales interlocutoras está integrado por analfabetas o parciales alfabetizadas -sean inmigrantes o migrantes, obreras industriales o informales-.
En esa dirección, las diversas formas para acceder a la cultura escrita son mediante la lectura silenciosa o en voz alta, individual o colectiva, dirigida o independiente. En cuanto a la autoría de Mozzoni, hace del lenguaje una maquinaria fundamental para denunciar con argumentos reveladores las variadas opresiones de sus congéneres. Por ello, estas folleterías alcanzan un nivel crítico con vocación libertaria. En efecto: sus provocativos enunciados poco tienen que ver con esas imágenes de época de un contingente de proletarias subordinadas tanto a las lógicas del capital fabril como de la cotidianeidad doméstica, ya que la osadía de tomar para sí el uso de la palabra es lo que permite que los estudiemos en este presente.
* Mabel Bellucci. Activista feminista queer. Integrante del Grupo de Estudios sobre Sexualidades (GES) en el Gino Germani-UBA, de la Cátedra Libre Virginia Bolten de la UNLPlata y de la Cátedra Libre de la Campaña Nacional por el derecho al aborto de La UBA. Autora de Historia de una desobediencia. Aborto y Feminismo. Capital Intelectual. 2014.
[1] La Voz de la Mujer es el primer manifiesto libertario dirigido por mujeres para mujeres en América Latina. Virginia Bolten lo sostiene económicamente con el aporte de su trabajo como aparadora de calzado. Es sumamente original por su carácter de expresión independiente al feminismo con una impronta discursiva obrerista. Es la típica publicación de época: pequeña, semiclandestina y efímera: salen sólo nueve números. Su lema lo confirma: Aparece cuando puede.
[2] Cristian Ferrer, Folletos anarquistas en Buenos Aires. Publicaciones de los grupos La Questione Sociale y La Expropiación, Edición facsimilar, Buenos Aires, Biblioteca Nacional, 2015.p.19.
[3] Ana Miguel y Rosalía Miguel Feminismo y Socialismo. Antología Flora Tristán, Madrid, Los libros de la Cataratas, 2003.
[4]Sarlo, Beatriz, El imperio de los sentidos, Buenos Aires, Edit. Catálogos, 1985. p.58..
** Publicado originalmente en damiselas en apuros