Fueron jóvenes libertarios de una generación comprometida a fondo con lo que pensaban. Rompieron con el anarquismo oficial por viejo y oxidado, y decidieron pintarse de pueblo. Estuvieron en las calles, en las plazas y en el fogón con la guitarra. Activaron en las barriadas populares, en el movimiento estudiantil y junto a los trabajadores clasistas, promoviendo agrupaciones horizontales de base y coordinadoras obreras desde una perspectiva antiautoritaria, antiestatal y libertaria. Porque si la revolución iba a llegar, ellos querían estar allí.
“Porque no en vano formamos parte de esa clase obrera que desde principio de siglo viene batallando contra
la explotación y la opresión de los de arriba, esa clase obrera que nos ha demostrado a lo largo
de jornadas heroicas como la Semana Trágica, las grandes huelgas de la Resistencia,
nuestros Cordobazos, etc, de qué grados de sacrificio y combatividad es capaz.
Por eso a pesar de las calumnias y provocaciones, seguiremos con nuestra tarea.
Tenemos como norte la sociedad libre, sin explotados ni explotadores,
que sólo con nuestra lucha conquistaremos”
(Sindicato de Trabajadores del Caucho)
Una revolución contra toda autoridad
Hacia 1979 se publicó en la revista La Bicicleta, de España, un artículo titulado “Resistencia anarquista durante la dictadura militar argentina”. El texto firmado por “Compañeros de la RESISTENCIA LIBERTARIA en Europa” constituyó (junto a otros que serán publicados en el mismo medio) de los primeros intentos por reconstruir la memoria militante anarquista barrida por el golpe militar del 24 de marzo de 1976. Describían que “De los grupos existentes, los jóvenes libertarios se acercaban a La Protesta, único periódico anarquista por estos años, pero fuera del proceso de luchas de clases que se ha venido dando en la Argentina”. Continuaba: “Estos compañeros, como la mayoría de los viejos anarquistas habían dogmatizado sus críticas al marxismo y al peronismo y poco a poco se producen diferencias lógicas. Excepción hecha de compañeros aislados, no existe nexo entre el gran movimiento anarquista de principios de siglo y los jóvenes libertarios”.
¿Qué les había pasado a estos jóvenes por la cabeza?
De todo. Por aquel entonces el mundo pareció haberse puesto de cabeza. Eran los días del México de la plaza de Tlatelolco, la primavera de Praga, el Cordobazo y el mayo francés. Pero también los tiempos de Vietnam, Argelia, China y la revolución cubana. La guerrilla, Jean Paul Sartre, el pelo largo, Durruti y el Che.
Finalmente, el intento de articular diversas generaciones en un mismo proyecto eclosionó por los aires. Durante febrero y octubre de 1971, un grupo de jóvenes libertarios participó del grupo editor del tradicional medio anarquista La Protesta (fundado en 1897), pero las diferencias fueron insostenibles. Durante el período 1945-1955, un sector del anarquismo autoformó una conciencia antiperonista que terminó transformándose en antiobrera, sectaria y lo aisló del proceso general de la lucha de clases. De este grupo mayormente platense, Pablo Tello, estudiante de Ingeniería, fue quien inició un núcleo con compañeros de la Universidad Nacional de La Plata y sería el responsable de dar forma a un espacio político libertario sumando a sus hermanos Rafael y Marcelo. Sus padres se habían conocido militando en los ´50 en el grupo anarquista Voluntad, por lo que el ámbito familiar de los Tello estuvo impregnado de la cultura libertaria. Ante la repentina muerte de su compañero en un accidente, María Esther se hizo cargo de sus 3 hijos y volvió a la participación política tiempo después, convocada por su hijo Pablo.
Inicialmente el grupo se llamó GRA (Grupo Revolucionario Anarquista), pero hacia 1972 cambió su nombre a Resistencia Libertaria (RL) y comenzó a participar con más fuerza en la conflictividad del movimiento estudiantil, en los barrios y entre los trabajadores. Para 1974 participaron de un Congreso Anarquista en Córdoba, donde esperaban acordar una mayor articulación entre los distintos grupos activos para aquel entonces.
El historiador Fernando López Trujillo y militante gremial de la RL, reconstruyó el mapa de los colectivos anarquistas de aquel entonces(1). En la década de 1960 se reunía en la Biblioteca Popular José Ingenieros un grupo de estudiantes que formarían el GAR (Grupo Anarquista Revolucionario), más tarde, en 1969, surgió la LAC (Línea Anarco Comunista) e impulsaron su frente gremial llamado Resistencia Obrera por el Socialismo, donde se insertaron en el sector industrial y lograron formar núcleos semiclandestinos en Taner, Winco, gráficos, metalúrgicos y plomeros. Alrededor de la biblioteca también apareció el grupo editor de la revista Acción Directa, que recibió militantes uruguayos que venían escapando de la dictadura en su país; de la Federación Anarquista Uruguaya, OPR 33, Comunidad del Sur y hasta del MLN Tupamaros.
Si bien el Congreso no tuvo los resultados esperados, la RL profundizo su articulación con Acción Directa y avanzó hacia un proceso de proletarización insertándose en diferentes centros de trabajo. Sus militantes intervinieron en el gremio de los gráficos, astilleros, docentes, alimentación, judiciales, estatales, textiles y en el sindicato de plomeros de la FORA.
Proponían la creación de un Partido Libertario como organización política no para dirigir las luchas, más bien en la línea de Bakunin, para orientarlas. “Nuestra organización no intenta dirigir las luchas, sino impulsar, orientar y participar. No somos los substitutos de la acción del pueblo sino sus incentivadores”.
A partir del aumento de la represión en Buenos Aires la RL analizó seriamente que Marcelo Tello abandonara su ciudad natal. Desde hacía años era pública su participación en las luchas estudiantiles platenses así como su trabajo de base en las barriadas y sus talleres de teatro popular para los pibes. A partir del contacto con compañeros en Córdoba, se propuso que fuera trasladado a la capital cordobesa para ayudar a la consolidar el trabajo de base.
Marcelo trabajó a contrareloj. Por su oficio de carpintero, se instaló de manera natural en el rubro y activó en el Sindicato de la Madera, mientras aportaba a la organización y desarrollo político del Sindicato de Trabajadores del Caucho y Afines y a la Mesa de Gremios en Lucha. A poco de llegar, trabó una muy buena relación con Rafael Flores, un joven anarquista oriundo de Villa María y secretario general del Caucho.
Bakunin en plaza San Martín
“la anarquía es yo”
(pintada del Mayo Francés)
“El Negrito Tello era mi principal relación con el anarquismo en esos días”, contó Flores. No era para menos. Flores trabajaba a destajo en la organización del gremio y por la mayor unidad de acción de las luchas para enfrentar a las patronales y a la burocracia más golpista del peronismo, que no estaba dispuesta a ceder ni un centímetro más al sindicalismo clasista.
En un libro(2) que compiló su paso por la Mesa de Gremios, Rafael Flores dejó entrever la línea más estratégica de intervención:
“La recuperación de los sindicatos y la creación de organizaciones sindicales en los gremios donde no se habían desarrollado nos arrojó al enfrentamiento cada vez más directo con la burocracia peronista. El gobierno tenía a sus sindicalistas como herramienta fundamental para controlar el sistema. Perón impulsó la nueva Ley de Asociaciones Profesionales que verticalizaba el movimiento obrero a una dirección única galvanizada en la burocracia peronista. Quería desmovilizar, aislar y eliminar toda oposición, utilizar a los obreros para los planes estratégicos de conciliación social y –como consecuencia– entrega de la riqueza argentina a los monopolios. Los sindicatos combativos fueron intervenidos, sus dirigentes encarcelados u obligados a la clandestinidad, las agrupaciones independientes hostigadas por los matones. En ese marco, algunos sindicatos (pequeños en su mayoría) unidos por agrupaciones de base, planteamos una especie de coordinación por abajo, sostenidas las decisiones por mandato de asambleas. Reunimos con facilidad una serie de puntos que se alzaban ante la insostenible situación a la que nos arrojó el gobierno de Isabel Perón con sus planes económicos y pertinacia represiva”.
El Sindicato de Trabajadores del Caucho y Afines de Córdoba fue fundado en 1973, planteaba la necesidad de una alternativa independiente para los trabajadores y se ubicaba dentro del espacio clasista cordobés. Se había iniciado alrededor del trabajo de base en empresas de autopartes, como Antonio López y la norteamericana RUBBER S.A. y otras, a partir del impulso de un puñado de jóvenes libertarios en oposición a la FOCAYA (Federación de Obreros del Caucho, Anexos y Afines) de la derecha peronista federada en la CGT. En diciembre ocuparon la fábrica Armando López por un conflicto por despidos que derivó en la ocupación de la planta, en ese contexto la revista Nuevo Hombre entrevistó a uno de los trabajadores, y podía leerse:
“¿Cuáles son las condiciones de trabajo en el gremio del caucho?
La explotación que sufrimos los obreros del caucho es terrible. Las condiciones de seguridad no llegan a ser ni siquiera mínimas, de la higiene ni que hablar, accidentes hay todos los días, son muchos los compañeros que se cortan dedos y otros pierden directamente la mano entera”.
Dentro de los debates con el resto del clasismo y la izquierda, anteponían sobre todo los intereses de clase, a tal punto que cuando Perón asumió la presidencia entregada por Cámpora, los del Caucho estaban cortando la ruta 9 exigiendo el reconocimiento del gremio, condiciones laborales y aumento de sueldo. En otra comunicación de la revista La Bicicleta, desde Suecia aportan otros datos; “Estuve integrado en mi ciudad de Córdoba, en el Sindicato del Caucho y la Mesa Coordinadora de Gremios en Lucha; también formábamos parte de las organizaciones anarquistas que nutrieron las coordinadoras obreras, y llegábamos a los compañeros a través de una pequeña revista llamada El Libertario. Dentro de la Mesa de Gremios en Lucha, fuimos los resortes de agitación que provocó la formación de grupos de autodefensa fabriles y barriales, desplazando a la vieja táctica de las organizaciones armadas que pretenden ser el brazo armado del proletariado”. Era innegable: Bakunin y Kropotkin paseaban por la plaza San Martín.
El 28 de febrero de 1974 se llevó a cabo un golpe policial que derrocó del gobierno provincial de Ricardo Obregón Cano y Atilio López, recordado como el “Navarrazo”. Se intervino la CGT Córdoba y se puso en manos del peronismo ortodoxo alineado al gobierno nacional. Ante este nuevo escenario los obreros del Caucho participaron del lanzamiento del Movimiento Sindical Combativo junto a 41 sindicatos y agrupaciones de base, en una conferencia de prensa encabezada por Agustín Tosco de Luz y Fuerza y René Salamanca de SMATA, donde llamaron a desconocer a la CGT “normalizada”. En julio, con la muerte de Perón, se profundizó el enfrentamiento. Ante el aumento de la represión, la intervención de gremios como Luz y Fuerza y SMATA y los pedidos de captura de muchos dirigentes, comenzó a gestarse la idea del desarrollo de una nueva herramienta de coordinación y de carácter más defensivo de los trabajadores.
Flores rememora: “Cuando en 1975 impulsamos la gestación de organizaciones coordinadoras desde sindicatos independientes, cuerpo de delegados y agrupaciones en combinación con formaciones de izquierda, se fundamentó el camino de la autonomía de clase”. Desde abajo y con los mayores niveles posibles de horizontalidad se impulsó la Mesa de Gremios en Lucha, agitando la unidad de la clase a la vez que incitando a otros sectores populares para sumarse a sus movimientos.
¿Cómo fue el desarrollo de la Mesa de Gremios? Rafael nos comenta que “gracias a que el gremio del Caucho y el Sindicato de la Fábrica Perkins tenían legalidad, pusieron sus estructuras e instalaciones al servicio de la Mesa. En sus locales por lo general se hicieron las reuniones, como venían utilizándose por las direcciones de los gremios intervenidos. En pocos meses, encabezó todas las luchas masivas de Córdoba rebasando en los hechos a la CGT local, burocrática y entreguista, convertida en un organismo vacío de representatividad ante la clase obrera cordobesa. Desde distintos puntos del país, los trabajadores observaban a través de sus sindicatos combativos y agrupaciones, el camino trazado por la Mesa de Gremios en Lucha”.
El 8 de marzo de 1976, la Mesa de Gremios movilizó masivamente por el centro de Córdoba denunciando el plan económico y el inminente golpe de Estado. Marcelo participó de las columnas que avanzaban sobre la ciudad. Aquella sería su última movilización.
El Golpe Militar y la represión
“Tengo un sueño: se llamará el Día del Coraje Civil. Y se cumplirá en abril.
El mismo día que en 1977 salieron por primera vez las Madres de Plaza de Mayo,
solas, absolutamente solas, a decirles la verdad a los todopoderosos hombres
de uniforme y a mirarnos a la cara a todos nosotros”.
Osvaldo Bayer
La historia de los hermanos Tello es una de las más tristes de la dictadura. Basta sólo con leer los testimonios de quienes compartieron con ellos el horror de los centros clandestinos de detención y sobrevivieron para contarlo, así como conocer la incansable lucha de su madre Maria Esther, una madre a la cual la dictadura le arrebató sus tres hijos.
Marcelo tenía 25 años cuando fue secuestrado en Córdoba el 9 de marzo de 1976, aun antes de instalada la dictadura. Una patota de civil con armamento militar lo detuvo en su casa frente a la mirada de su compañera y su pequeña hija. Su esposa fue detenida y posteriormente liberada. En la misma redada también detuvieron a Rafael Flores, a Soledad García, de la Unión de Educadores de la Provincia de Córdoba, y a otros compañeros, y fueron trasladados al D2 de Informaciones, centro de tortura del Comando Libertadores de América y de la policía provincial, ubicado justo al lado del Cabildo Histórico de la Ciudad.
A partir del golpe la RL planteó un repliegue hacia una construcción más obrera y de base, integrando Coordinadoras que se organizaban por debajo de las narices de los genocidas. En 1977 Rufino Almeida (que llegaba de la Coordinadora de Gremios de Zona Sur de 1975) participó en un conflicto en la Planta Alpargatas de Florencio Varela que deriv en la toma de la fábrica por los trabajadores y terminó rodeada de tanques de guerra del ejército. Finalmente fue secuestrado por la dictadura el 4 de junio de 1978 junto a su compañera, trasladados al centro clandestino de detención El Banco, en el partido de La Matanza, y liberados el 27 de julio. Entre algunos de los compañeros detenidos de RL estaban también allí Fernando López Trujillo, Raúl Olivera, Elsa Martínez de Ramírez, Hernán Ramírez y Edison Freire, entre otros.
Pablo Daniel, de 29 años, y Rafael, de 26, fueron secuestrados el 31 de mayo de 1978 en el astillero de Tigre donde trabajaban, y fueron trasladados también a El Banco, centro de torturas donde operaba el Turco Julián, primer condenado tras la anulación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida.
Ante la justicia, María Esther recordó que “Hebe Cáceres (sindicalista de ATE y militante de la RL) fue a verme y me dijo que estando en el Banco, en julio, con el frío, con ataques de asma, durmiendo en el piso, Rafael le pasó su único abrigo diciéndole que no se preocupara, que eran dos en su tubo y se daban calor”. También relató Tito Ramírez (que había sido profesor de Arquitectura de Pablo) que después de haber sido torturado y tirado al suelo oyó ¡Tito, somos los Tello, quédate tranquilo!
Finalmente muchos de los compañeros y compañeras que pudieron sobrevivir al horror se exiliaron en el exterior. Rafael Flores pudo recaer en España, gracias a la campaña y pedidos de muchos compañeros y compañeras, donde integró grupos de exiliados que denunciaron los crímenes de la dictadura en el exterior y continuó, hasta hoy día, exigiendo juicio y castigo a los genocidas. Así también otros y otras se instalaron en Europa y hubo quienes lo hicieron en Latinoamérica y hasta incluso quienes fueron a dar a la mismísima Nicaragua para pelear por el triunfo de la revolución bonita.
A partir de la desaparición de Marcelo, María Esther partió con destino a Francia por pedido de la organización, donde comenzó una incansable campaña de denuncia de los crímenes de la dictadura. Al volver al país en 1984 se sumó a Madres de Plaza de Mayo, y continuó con su reclamo de justicia, hasta que finalmente, decepcionada por la sanción de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, volvió a Francia donde se ligó a la CNT anarcosindicalista. Será recién con la anulación de las leyes de impunidad y el comienzo de los juicios que María Esther se instaló en Buenos Aires para continuar la denuncia por la desaparición de sus hijos.
María Esther falleció el 1° de abril de 2015 a los 84 años de edad. Poco antes de su muerte participó del Primer Encuentro Nacional Contra la Impunidad y la Represión en Buenos Aires, acompañando a una delegación de la Asamblea de Mexicanos en Argentina para exigir la aparición con vida de los 43 normalistas desaparecidos en Ayotzinapa. En la última comunicación que mantuvimos escribió: “Va a hacer falta mucha fuerza aún pero sé que la tendrán”.
A la memoria de los compañeros y compañeras desaparecidos de Resistencia Libertaria; Marcelo Tello, Elvio Mellino, Rita Artabe, Ernesto “El Chino”, Patricia “Pastilla”, Edison Oscar Cantero Freire, Fernando Díaz Cárdenas, Raúl Olivera Cancela, Pablo Tello, Rafael Tello, Elsa Martínez de Ramírez, Hernán Ramírez Achinelli.
A los compañeros de la Mesa de Gremios en Lucha y los 30.000 desaparecidos.
Referencias:
Diz, Verónica y López Trujillo, Fernando (2007) Resistencia Libertaria editorial Madre Selva.
Flores Montenegro, Rafael (2008) Pasión y Caída. Memoria de la Mesa de Gremios en LuchaAbrazos Books.
* Publicado originalmente en Marcha