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Poner el cuerpo desde la cárcel


Está hace casi un año preso, por un hecho en Chile por el cual los acusados fueron sobreseídos.

Hace 18 días, empezó una huelga de hambre, porque si bien ya se conoce el nombre y el apellido del prefecto que disparó contra Rafael Nahuel, a los únicos que persigue la Justicia son a los mapuche que bajaron a Rafita herido de muerte. Uno de ellos es su hermano.

Preso, en la Unidad 14 de Esquel, pidió celebrar el Wiñoy Tripantu, la ceremonia del año nuevo, junto a su comunidad. Hace dos años, un juez se lo había permitido, pero ahora Gustavo Villanueva se lo negó, pasando por arriba los derechos culturales que tienen los pueblos originarios y que son protegidos por leyes y tratados internacionales.

Facundo Jones Huala desde muy chico aprendió a poner el cuerpo; es alguien que siempre se negó a dar la otra mejilla.

Se crió en los barrios pobres de Bariloche, y conoció de primera mano la estigmatización. Nadie se la contó: la vivió.

La policía lo persiguió mucho antes de que los medios hablaran de él. Lo persiguieron, le pegaron, lo bardearon. Por "negro", por "mapuche", por "indio". A él, como a tantos.

Sus ancestros vivían en tierras que hoy están en manos de Benetton. Junto a su comunidad, lograron recuperar algunas, como la Pu Lof en Resistencia de Cushamen, donde Gendarmería entró varias veces, les pegó a mujeres y niños y ese 1 de agosto también persiguió a tiros a Santiago.

A Santiago lo mataron cuando pedía por la libertad del lonko. Tampoco la Justicia encontró a sus asesinos. En cambio, persigue a las víctimas. A la familia Maldonado, a los testigos, a las comunidades y a todos aquellos que se solidarizan con el pueblo mapuche.

Facundo se enfrentó a Hidroeléctricas y a empresarios millonarios que querían llevar adelante proyectos extractivistas. También acompañó a distintos procesos de recuperación de tierras de otras comunidades mapuche.

Si bien está a la espera de la decisión de la Corte Suprema, que parece no tener ningún apuro (se nota que los jueces no saben lo que es estar preso), podría transformarse en el primer líder indígena en Argentina en ser extraditado por cuestiones políticas.

Facundo tiene sus ideas políticas. Las escribe, las discute, las defiende. Se puede estar o no de acuerdo con sus planteos. Pero Facundo Jones Huala no es un terrorista. Eso, por más que Clarín insista, ya prácticamente no es creíble para nadie.

Y mientras otros siguen atacándolo, él sigue preso.

Está más flaco que nunca, por una huelga de hambre que lleva más de dos semanas y a la que ayer le agregó un condimento aún más peligroso para su vida: dejar de ingerir líquidos.

No fueron pocos los que le pidieron que revea su decisión, y que están preocupados por su salud.

Pero él, que siempre puso el cuerpo, que se niega a quedarse quieto, está convencido. Está convencido que allí, preso y perseguido, todavía puede hacer algo por los suyos. Algo, al menos, para visibilizar tanta persecución.

Ayer, familiares, amigos e integrantes de diferentes comunidades mapuche se reunieron en la puerta de la Unidad 14 de Esquel. Lo pudieron ver. Pero de lejos, escoltado por policías. De ahí, se fueron al Juzgado a presentar un habeas corpus correctivo y colectivo ya que se están vulnerando las condiciones de detención del lonko.

Lo dice la Constitución y diversos tratados internacionales: los Estados deben reconocer y proteger los valores y prácticas espirituales, derechos básicos garantizados a los pueblos originarios.

Sin embargo, este Gobierno no sólo no los garantiza, sino que persigue sistemáticamente al pueblo mapuche. Mantiene preso a un líder indígena y le pisotea sus derechos, mientras por otro lado promueve que genocidas que cometieron crímenes de lesa humanidad vivan cómodamente en sus casas.

Ojalá mucha gente, y sobre todo los partidos políticos, las organizaciones sociales y organismos de derechos humanos de Argentina y el mundo, hagan sus máximos esfuerzos por visibilizar la persecución sistemática al pueblo mapuche.

Si eso no ocurre, lamentablemente la situación será peor. No sólo la del lonko Facundo Jones Huala, que es alguien decidido y consciente del camino que eligió, sino la de miles de personas anónimas que viven en este territorio que llamamos Argentina y que son perseguidas por el simple hecho de ser mapuche.

¿Hasta cuándo se pude permitir eso en un Estado democrático?

* Publicado originalmente en Revista Cítrica

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