Virginia Bolten (1870/76 -1960/1969). Una vez más en la biografía de una mujer no hay datos ciertos, se confunden los días y los años como si el anacronismo de nacer y morir un día u otro en las crónicas lograra desdibujarla hasta hacerla desaparecer.
Virginia nació el 26 de diciembre de 1870 en San Luis. No, en San Juan. No, en Uruguay y no fue en el 70 fue en el 76. Y murió en 1960. No, en 1969. Algún día una historiadora heroica borrará errores y la bautizará en efeméride veraz, mientras tanto, y haciendo fechas de almanaque a un lado, Virginia vuelve a salir a la calle, está ahí, entre mujeres en medio de otra marcha exigiendo libertades con la misma voz que el eco de su “ni dios ni patrón ni marido” convierte en grito.
Virginia Bolten es símbolo y modelo de lucha, es militancia anarquista y espejo de oratoria desde aquel 1º de mayo cuando la agitadora del barrio de la refinería de azúcar en la que trabajaba marchó por las calles del centro sur de Rosario con una bandera negra con letras rojas en las que se leía “Primero de Mayo, Fraternidad Universal. Los trabajadores de Rosario cumplimos las disposiciones del Comité Obrero Internacional de París”. Su discurso revolucionario fue la excusa –siempre lo mismo, repetición eterna– para meterla presa por atentar contra el orden social; su voz de mujer que habla alto en público, el mojón de una historia imposible de creer hasta ese momento.
“La libertad de trabajo es un mito, por mil diferentes causas, la del pensamiento es blasfemia; la del sufragio un engaño; la del amor quimera; los derechos del hombre desconocidos; su dignidad ultrajada; tratados los obreros peor que esclavos; embrutecidos en nombre de Dios, degenerados en nombre de la patria, explotados en nombre del derecho, sin hogar y sin familia, en nombre de la propiedad, en las cárceles y cuarteles y aún en defensa de esta sociedad necia.”
¿Desde cuándo y cómo podía ser que una mujer tuviera la palabra rugiente en una concentración obrera? Virginia es quien escribe en diarios feministas aunque en las hemerotecas no se encuentre su firma, es quien publica los manifiestos que las mujeres anarquistas dictan y quien reúne lealtades callejeras para defender a lxs que el poder asesina aunque las fechas no coincidan y los números de las edades no cierren. Virginia, la compañera de un anarquista uruguayo, la madre de muchxs hijxs, la hija de un alemán que se exilió en Chile, es hacedora histórica sin comprometer la confirmación de ningún testigo ni de ningún cuaderno notarial, privilegio único de las luchadoras incansables.
Tiene su ley y su humor la anarquía, como el amor sus tautologías y sus símbolos. No es ajena a ella –a la anarquía misma– el falso rumor, la falsa atribución, el apócrifo (alguien dice después de leer Ann Veronica, la novela que H. G. Wells escribió inspirado -enamorado- en Amber Reeves, al contrario, son inherentes). Y así las cosas. Bolten, Virginia Bolten pudo ser vista como agente imprudente pocos años después de su nacimiento. Antes incluso. Pasa en las mejores familias que un emblema tenga dos vidas más, antes y después, o siete, y que un fantasma de la libertad recorra el país tan nuestro con y sin los antecedentes que convierten una reputación en una leyenda. Bienvenida la leyenda con nombre de mujer cuando se multiplica en cuerpos hirvientes y voces impetuosas que transforman las calles -calle y vida son sinónimos- cada vez que caminan juntxs.
* Publicado originalmente en Las12
** La fotografía la encontramos en Tras los pasos de Virginia Bolten